CHIAPAS EN MONTREAL
De un sinnúmero de imborrables y entrañables experiencias acumuladas a lo largo de cinco años dentro de mi apoyo al zapatismo, 1994 no lo considero ya que lo dediqué a Alianza Cívica, tres de ellas fueron las que cambiarían para siempre el curso de mi vída, experiencias vivídas ya hace varios años las cuales vinieron a darle sentido a ésta...
A los lectores
Hace días, cuando los compañeros que idearon la presente página me invitaron a participar en ella, proponiéndome en base a un trabajo que tenía ya realizado, fuera yo el personaje central del proyecto, mucho discutimos sobre el título que deseaban darle, y es que eso de “la solitaria lucha” pensaba, no era el nombre correcto, sentía que estábamos faltando a la verdad, ya que si bien es cierto que a pesar de que cada día aumenta el número de mexicanos llegados a Montreal como solicitantes de refugio político por su supuesta militancia en el zapatismo y que a la hora en que se organizaba algún evento, éstos, escudándose en la más completa indiferencia evadían todo tipo de compromiso, nada se estaría logrando sin el apoyo incondicional tanto de la comunidad quebequense, como de la comunidad latinoamericana en el exilio, así como por el enorme trabajo realizado por la Red de Solidaridad con México, o bien por la incansable labor que día a día efectúan los Organismos de Derechos Humanos de esta ciudad, difundiendo las cotidianas violaciones a los derechos humanos ocurridas en nuestro lejano país. De manera que, basándome en el anterior argumento sostenido por mis compañeros, en el sentido de que como mexicano si era el único, hasta hace algunos meses, que venía trabajando al igual que en México de manera comprometida en Montreal por alcanzar una paz con justicia y dignidad en Chiapas -en abril de 2000 llegó a esta ciudad un estudiante del CGH, quien al lado de una joven mexicana ha estado trabajando con la comunidad estudiantil-, es que acepté el tan osado ¿o modesto? título, aunque yo en todo caso hubiera preferido “La solidaria lucha de dos mexicanos en Montreal por alcanzar una paz justa y digna en Chiapas”, ya que respecto a nuestro compromiso con México, María Elena mi esposa, ha estado siempre un paso adelante de mí.
El presente trabajo forma parte de lo que hace tiempo escribí y siempre desee fuera un libro, un libro dirigido principalmente, a quienes hasta el momento han mostrado una gran indiferencia hacia lo que está ocurriendo en aquel estado, personas cuya actitud pienso es debida entre otras cosas, y de las cuales hablaré mäs adelante, a que se han dejado influenciar por la información oficial que han venido manejando algunos medios de comunicación, sobre todo los televisivos. Un libro, el cual por diversas razones pensaba titular “ Más Vale Tarde Que Nunca” (más vale tarde que nunca el alcanzar la paz en Chiapas, el que el Ejército mexicano reconsiderara su posición, el quitar al PRI del poder, el darles a los pueblos indios el lugar que se merecen, el llevarles la paz y la tranquilidad a sus comunidades, el que finalmente fuera publicado mi libro, etc.). Desafortunadamente al correr del tiempo vi que esto no era posible, que mi libro se estaba haciendo viejo, que tal vez al no ser escritor había echado mi mente a volar muy alto, es por eso que respondiendo a la invitación de los compañeros me animé a incorporarme a la tecnología zapatista de Internet.
Por esta razón es que iniciaremos la presente página, la cual posteriormente iremos actualizando, a partir de lo que originalmente fue y sigue siendo aquel añejo trabajo, un inexistente libro que quiere llegar a serlo (parte de mis escritos ya han sido publicados por algunos organismos quebequenses).
La página estará dividida, además de la introducción, en tres secciones subtituladas: “ Reflexiones, Recopilaciones y Experiencias”, en ellas, tal y como lo dicen sus nombres, hablaré de mis vivencias, de la solidaridad internacional, de lo que significa la lucha zapatista, del porqué de mi autoexilio en Montreal, así como de los casos de injusticia que a lo largo de cuatro años he conocido en esta cosmopolita ciudad. La mayoría de mis escritos estarán apoyados con documentos así como con fotografías, aunque esto no será posible en algunos casos.
Conscientes estamos de la importancia que significa y del ánimo que inspira a quienes dentro del país están luchando de manera pacífica por cambiar a fondo el rumbo de México, el estar enterados del trabajo que para el mismo efecto y bajo el mismo método se lleva a cabo a nivel internacional.
De manera que, una vez explicado lo anterior, bienvenidos sean a esta nueva página, la cual tardíamente viene a sumarse a tantas otras páginas zapatistas nacionales e internacionales ya existentes, la que hemos querido crear en estos históricos diás que se están viviendo en nuestro país con el arribo de los 24 jefes zapatistas a la gran capital, en nombre de toda la comunidad solidaria de Montreal, con el deseo de aportar nuestro pequeño grano de arena, para llevar la paz con justicia y dignidad a los pueblos indios de México, y por qué no, de toda América.
Benjamín Ortíz
PD. Hay algunos mexicanos (muy pocos para la enorme cantidad que hay en Montreal), que cuando se les ha invitado a apoyar algún evento, hemos contado con ellos. No todo está perdido.
INVITACIÓN
Bien puede ser considerada una vergüenza para el género humano, pero más para un país mestizo como lo es México, lo que el señor Ernesto Zedillo, ex-Presidente de la Nación y ex-Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, llevó a cabo en contra de las comunidades indígenas, no únicamente de Chiapas, sino en contra de todas las regiones campesinas pobres del país (Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Puebla, Jalisco, Nayarit, Tabasco, etc.). Una vergüenza que ensucia no solamente al Gobierno y Ejército mexicano, una vergüenza que por desgracia empaña el nombre de México y mancha a todos los mexicanos; a unos por hacer lo que están haciendo y a otros por apáticamente permitirlo.
Algún día no muy lejano, más temprano que tarde, esta injusticia nos obligará a reflexionar y a exigir y rendirnos cuentas como mexicanos que somos, con respecto a lo que personalmente hicimos mientras era exterminada y doblegada una parte de nosotros mismos; nuestra mitad indígena, aquella que hace años dejamos olvidada en los libros de historia, aquella que todavía nos hace enorgullecernos de vez en vez, cuando se trata de mostrarle al mundo nuestros gloriosos antepasados: Bonampak, Chichén Itzá, Mitla, Palenque, Teotihuacán, Tulum, etc. etc. Caballeros Aguila, Caballeros Tigre.
Una reflexión que indudablemente debido a nuestra pasividad, a nuestra indiferencia o a lo mucho que pudimos haber hecho y no lo hicimos, nos hará culpables. Una culpa con la cual deberá cargar, en su debida proporción, tanto cualquier habitante de cualquier gran ciudad de México: profesionistas, obreros, amas de casa, estudiantes, desempleados, etc., como los Sarmiento, los Alatorre, los Zabludovski, los Burgoa, los Alamilla, los Onésimo Cepeda y tantos y tantos otros quienes valiéndose del privilegiado sitio que ocupan dentro de la nación, se dedicaron junto con las autoridades gubernamentales a engañar al pueblo, vendiéndole una falsa imagen zapatista que nada tiene que ver con la realidad, con la pacífica lucha que están librando.
Cuando es obligación de todo gobierno impartir justicia y administrar adecuadamente las riquezas del país velando por el bienestar y la dignidad de su pueblo, el Gobierno mexicano a traves de su política neoliberal, se ha dedicado a inclinar la balanza a favor de unos cuantos, entregando las riquezas y los productos naturales a una minoría nacional y extranjera; provocando con esto la miseria de millones de mexicanos.
Gobernantes “al vapor” que sin ninguna visión política llegaron al poder para poner en práctica un sistema económico aprendido en el extranjero, y que no cabe duda, cual ciervos de otra nación lo hicieron a las mil maravillas.
Pero si estos gobernantes durante el tiempo que estuvieron fuera del país, no aprendieron a desarrollar los sentidos patrios para escuchar, ver y atender los reclamos de pobreza e injusticia que padecen los sectores más golpeados de México; menos lo hicieron para comprender, escuchar y solucionar las justas demandas de los más olvidados y muy mexicanos pueblos indígenas. Porque si es verdad que estos connacionales no llevan los apellidos Slim, Harp, Hernández, Hank o Rodríguez, como es el caso del señor Angel Isidoro -personajes que han logrado enormes fortunas al cobijo del Gobierno mexicano-, sí llevan los apellidos Etzin o Pucuj; nombres cuyas raíces ya existían en estas tierras aún antes de la llegada de los españoles; nombres que al igual que los Rodríguez, los Helú, los Setzer, los Azcárraga, votaron siempre a favor del PRI ayudándo de esta manera a mantenerlo en el poder -algunos de manera forzada como es el caso de San Juan Chamula, donde el ex-partido oficial gana ¿o ganaba? los comicios electorales al cien por ciento-. Pero si finalmente sólo unos cuantos salieron beneficiados con este apoyo, a la gran mayoría de los pueblos indígenas se les ha ofrecido a cambio la militarización y la pobreza como recompensa, y junto con esto, denigrantes programas de combate a la miseria que han resultado ser sólo migajas para unos pocos; tal es el caso de Progresa, un programa que lejos de cubrir las necesidades de quienes viven en la pobreza extrema, ofende a la dignidad humana.
Lejanos días aquellos en que el gobernar era el velar por los intereses de la Patria, nacionalizando sus recursos, creando fuentes de trabajo, controlando el reparto agrario, las finanzas o buscando el bienestar para la familia; hoy aunque la bandera sigue siendo la misma se hace todo lo contrario. Pero aunado a esto cabe preguntar ¿Qué ha hecho el Gobierno mexicano por los pueblos indígenas y campesinos? ¿Qué les ha ofrecido para incorporarlos a la modernidad? ¿Olvido al campo? ¿Armarlos hasta los dientes, vestirlos de verde olivo o de paramilitares y ponerlos a pelear contra sus hermanos? ¿Tenerlos como albañiles, como servidumbre en sus lujosas residencias o como mecapaleros (cargadores) en los grandes mercados? Si a quienes viven en la ciudad no ha podido ofrecerles más que pobreza, desempleo, fraudes electorales, rescates financieros, rescates carreteros, inseguridad, aumento de impuestos, etc. ¿Tendrá la capacidad de ofrecerles algo mejor a los indígenas? Si el Gobierno lograra aumentar las cuotas universitarias como pretende, para más tarde privatizar la educación, ¿Estarían los pueblos indios en posibilidad de costearse sus estudios? ¿No sería lo más adecuado que continuaran viviendo en su lugar de origen, trabajando sus tierras, dándoles lo poco que piden a cambio de lo mucho que les hemos quitado? ¿No sería mejor otorgarles una educación de acuerdo a sus necesidades; lo cual por cierto, está contemplado dentro de los incumplidos Acuerdos de San Andrés?
Por otro lado está, como lo digo anteriormente, la tremenda indiferencia de un importante sector de la población con su enorme apatía política. Miles de connacionales que al paso de los años a base de estárselos machacando asimilaron perfectamente el subliminal mensaje de “Primero tú y tu familia y los demás que le hagan como puedan”. Y así pensando en que primero son ellos y su familia, deshumanizados se hicieron indiferentes a la política gubernamental, al abuso, a las injusticias, al sufrimiento ajeno -en el capitulo correspondiente a Reflexiones, ejemplifico lo que aquí digo-, negándose con esto a participar en algo que por derecho les corresponde: la construcción de un México nuevo, que es a la vez el bienestar para el futuro de ellos mismos.
Un pueblo sin participación política es un pueblo derrotado, un pueblo conformista, sin aspiraciones, un conjunto de seres a la deriva en manos de quienes los gobiernan, y con México eso es precisamente lo que ha estado pasando; al no sufragarse el voto es que ya se está aceptando lo que otros querían, imponer sin ningún tropiezo a sus gobernantes y estos a la vez sus políticas de favoritismo. Y entre que sí voto, que no voto, que para qué voto, se nos vinieron setenta y un años de priísmo encima, iniciando y terminando el presente siglo con una revolución a cuestas.
Pero si para muchos mexicanos lo más cómodo es no meterse en problemas “si con el trabajo que tengo o en la posición en que estoy está asegurado mi futuro” -sin ponerse a ver que esto es una falsedad, que viviendo bajo un régimen neoliberal autoritario nadie tiene asegurado nada-, otros muchos están luchando de manera pacífica para lograr un cambio profundo en México, un México para todos los mexicanos. Tal es el caso de los indígenas chiapanecos, quienes durante años, impotentes a la represión, a la discriminación, a los despojos, a los encarcelamientos injustos, a los asesinatos, cansados de promesas, de ser explotados, de ver frustrados sus esfuerzos organizativos, de ver a su estado ser administrado como una gran finca, de grandes fraudes electorales, de imposiciones políticas y de haber agotado todas las vías pacíficas de lucha, optaron por hacer una declaración de guerra para hacerse escuchar, y por cubrirse el rostro para hacerse ver; una declaración de guerra que no fue otra cosa que una táctica inteligente para obligarnos a los mexicanos y a los ciudadanos conscientes del mundo a que volviéramos la vista hacia esa región mexicana tan representativa del olvidado mundo indígena.
Cuando supuestamente México iba a la modernidad convirtiéndose como por arte de magia en un país de primer mundo -porque así lo había decretado un presidente-, a quienes toda la vida ignoramos nos vinieron a decir a muchos que algo andaba mal en nuestro país y así lo comprendimos, y supimos que no era que quisieran la guerra, y que de hecho no la quieren, que no era por el poder por lo que peleaban, sino simple y sencillamente por un mejor futuro para sus hijos y para todos los mexicanos; pero este ser congruentes con su pensar les está costando lo que otros no se imaginan; a pesar de no haber vuelto a disparar un solo tiro desde el 12 de enero de 1994 -día en que la sociedad civil paró la guerra-, han venido siendo tratados como criminales, como terroristas, como “profesionales de la violencia”.
Usando el Gobierno un doble lenguaje, donde mientras por un lado se habla a nivel internacional de una paz negociada, cientos de ellos están siendo asesinados, golpeados, encarcelados; miles, niños en su mayoría, están sufriendo como desplazados en la montaña, sin tener qué comer, con sus casas destruidas, incendiadas, saqueadas, con el temor de ser atacados en cualquier momento y ahora para colmo, en marzo de 2001, a siete años y tres meses de haberse levantado en armas, en un esfuerzo más para solucionar sus injusticias de manera pacífica, 24 altos mandos del Ejército Zapatista hacen su arribo a la ciudad de México con el propósito de hablar ante el Congreso de la Unión sobre las bondades de los Acuerdos de San Andrés; jefes indígenas que en vez de ser escuchados para posteriormente ser razonados sus cuestionamientos, son vipendiados e ignorados por la arrogante fracción panista, llegando incluso el señor Ignacio Loyola, gobernador panista del estado de Queretaro, a pedir despóticamente su fusilamiento por el cargo de traición a la Patria. Todo esto, ante la más completa indiferencia de muchos mexicanos, mexicanos indolentes víctimas tambien de grandes abusos, cuya posición como lo digo al principio, es lo que me anima a realizar este trabajo.
Es necesario ubicarnos en los tiempos que estamos viviendo, en los tiempos futuros, en que no únicamente estamos iniciando un nuevo siglo, un nuevo milenio, que también estamos iniciando un nuevo gobierno y que de nosotros dependerá que este nuevo siglo, que este nuevo gobierno o cualquiera por venir, continúe con más de lo mismo, quien hoy gobierna nuestro país ascendió al poder gracias a su política populista, a su estilo provinciano, a sus promesas electorales, no permitamos que al igual que sucedió con los gobiernos anteriores, éstas queden unicamente en frases vacías ideadas por empresas publicitarias, exijamos su cumplimiento, vigilemos su proceder y el proceder de quienes se supone nos representan en el Congreso, evitemos a toda costa un nuevo continuismo en el poder.
En futuros comicios electorales, será necesario no únicamente ejercer el derecho al voto, habrá que defenderlo, vigilar que se respete, tomarle la palabra a quienes nos gobiernan en lo referente a que a nuestro país llegó finalmente la democracia y que en él todo se soluciona apegado a derecho; de igual manera será necesario poner atención al papel que vienen jugando los medios electrónicos, sobre todo los televisivos con sus encuestas virtuales, escamoteando con ellas a quienes en realidad estan dispuestos a defender los intereses del pueblo.
Si fuese necesario integrarnos a alguna de las tantas organizaciones democráticas ya existentes, hagámoslo, está Convergencia por la Democracia, Alianza Cívica, Mujeres en lucha por la Democracia, etc., al ritmo de cualquiera de las alegres piezas musicales que mandó componer el pasado gobierno cuando hubieron grandes eventos en nuestro país -como lo fueron las olimpiadas o los campeonatos mundiales de futbol-, hagamos de esos días, días inolvidables de fiesta, votando con patriotismo, con libertad, con conciencia; cada día, como recién lo acabamos de ver es más dificil recurrir al fraude, el voto es secreto, los representantes de los partidos políticos vigilan las casillas, sin duda alguna habrá observadores de la sociedad civil, defendamos lo que finalmente es nuestro.
Benjamín Ortíz
hecho por / fait par aceqc
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